David Albelda, ese prohombre

Hacía poco más de una hora que se había consumado un nuevo fracaso. Recién duchado, supongo que oliendo a Escape de Calvin Klein, su colonia, David Albelda atendía a la prensa en las tripas del moderno y colorido José Alvalade XXI. Los periodistas se interesan por su estado anímico, le preguntan qué le ha pasado a la selección, por qué esta maldición. Es la enésima decepción, pero siguen sin explicárselo. Como cabía esperar, Albelda se muestra apenado. “Es hora de reflexionar”, responde. Por supuesto. “Hay cosas que no se deben repetir”, asegura. Cierto. Entonces le piden que precise, que pase de lo abstracto a lo concreto: “¿Cuáles son esas cosas, David?”. “Los debates en la prensa. No fomentan la unidad”, dice. Y se queda tan ancho.

Dos perlas más nos regaló el ínclito David Albelda, ese prohombre, en las mentadas tripas del estadio. En la primera, sin venir a cuento, le asaltó su marcada vena victimista y se quejó de las numerosas críticas que a su juicio recibe el Valencia. Los que leemos los periódicos que él desprecia creemos que se trata del equipo más alabado del año en Europa, por encima incluso del Oporto, pero a él parece que le excita lo de ver fantasmas. En la segunda la vena que afloró fue la resultadista: “Ahí lo tenéis, han salido los jugones que todos queríais [Torres, Joaquín y Alonso] y se ha perdido. Es muy fácil ser seleccionador”. En esto último sí que hay que darle la razón a Albelda. Si será fácil que hasta Iñaki Sáez ha accedido al cargo.

Definitivamente, estoy con Albelda. Es muy fácil ser seleccionador. Y muy divertido. Es más, algunos desviados creemos que es constructivo. No le vamos a exigir a un futbolista (y menos aún a Albelda, cuyo libro preferido es “El año que trafiqué con mujeres”, quizá porque no haya leído muchos más) que sepa que las dos funciones esenciales de los medios de comunicación en una sociedad como la nuestra son las de informar y generar opinión. Ni siquiera le vamos a exigir que aprenda a encajar las críticas. Lo que vamos a hacer es seguir su doctrina. No más análisis, no más críticas. Nada de opiniones, esa cizaña que destruye la unidad y luego viene Cristiano Ronaldo como una flecha por la banda y pasa lo que pasa. Por opinar. Y lo de pensar va a terminarse también ¿Qué se adelanta con eso? A partir de ahora imprimiremos panfletos, construiremos ídolos. Todo será jabón, preguntas amables, miel sobre hojuelas. Todo olerá a Escape de Calvin Klein. Afrontemos el mañana con ilusión y no desdeñemos las enseñanzas de nuestro pasado. Que se entere de una vez todo el mundo: la Eurocopa del 64 empezó a ganarla el NO-DO. Lo de Marcelino fue sólo una guinda.